La psicodelia rural de Los Síquicos Litoraleños se muestra en su esplendor en "Encandilan luces" se estrena este jueves

Toda la locura psicodélica del grupo correntino Los Síquicos Litoraleños, tanto a nivel musical como en lo que refiere a su manera de posicionarse frente al arte, con el particular matiz del autóctono telón de fondo que supone su pertenencia a la localidad de Curuzú Cuatiá, bastión del chamamé, se refleja de manera cabal en el rockumental “Encandilan luces”, ópera prima de Alejandro Gallo Bermúdez, que se estrena mañana en las salas porteñas.

Las actuaciones realizadas “por asalto” en parajes rurales ante la mirada atónita de los lugareños, los disfraces que usan sus integrantes a la hora de tocar, el recorrido musical por fuera de los circuitos tradicionales y el particular estilo que le valió al grupo el mote de “los Pink Floyd de los pobres” son algunas de las características que aparecen reflejadas de manera notable en la cinta.

Acaso el uso de imágenes de baja calidad que van a la par del rasgo artesanal del grupo, el desfile de testimonios de personajes “delirantes”, las disidencias entre seguidores y detractores de la banda y el relato desplegado en forma de collage más que de manera lineal respaldan esta interesante pintura realizada por el director.

El filme está atravesado además por el constante cruce entre lo autóctono y el surrealismo, un choque que se refleja de manera muy puntual en el estilo musical del grupo, con sus consecuentes deconstrucciones del chamamé que lo acercan más a Captain Beefheart, quien hacía lo propio con el blues, o a The Greatful Dead, que al Pink Floyd de Syd Barrett.

El interés de Gallo Bermúdez por Los Síquicos Litoraleños surgió cuando los vio por primera vez en un festival organizado en 2005 por Dick El Demasiado en una fábrica recuperada en el barrio porteño de Parque Patricios.

“Siempre digo que fue una noche que marcó mi vida porque nunca había visto ni escuchado una cosa así. Fue un impacto muy fuerte. Desde el interior traían un sonido nuevo, muy fresco, muy auténtico. Era indudable que era música litoraleña pero tan enrarecida que parecía otra cosa. Fue un impacto muy grande”, contó el realizador a Télam.

La obsesión del director creció de tal modo que años después trabó relación con los integrantes del grupo, al punto que en el año 2009 vendió su auto y compró una cámara y un pasaje en avión para acompañarlos y testimoniar su participación en un festival musical en Holanda.

En diálogo con esta agencia, Gallo Bermúdez reveló las motivaciones y los avatares del filme que desde mañana podrá verse a las 12.30 y a las 19.30 en el porteño cine Gaumont, ubicado en la zona del Congreso.

Télam: ¿Cómo fue la decisión de filmar con esa calidad de modo que los testimonios actuales se confunden con imágenes caseras de archivo?

Alejandro Gallo Bermúdez: Yo siempre estaba un paso atrás de la tecnología, con cámaras que no tenían la norma correcta, pero era lo que teníamos a mano. Cuando llegamos a la isla de edición nos planteamos utilizar ese formato como una particularidad y no como una desventaja o un error. Nos entregamos a una edición muy lúdica que comulgaba muy bien con el universo de Los Síquicos, eso de hacer las cosas con lo que uno tiene a mano, que es uno de los mensajes de su música.

T: ¿Cómo surgió la idea de evitar el relato lineal o el anclaje en hitos concretos del grupo?

AGB: En el proceso decidí que, al tratarse de un grupo muy performático, no quería bajarlos a un plano terrenal, filmarlos en situaciones cotidianas o construir un perfil de los integrantes. Me pareció que así se iba a perder el misterio. Una premisa era mantener ese misterio y que el espectador haga su propio camino, que se cuestione si lo que vio fue verdad o mentira. Los rockumentales tienden a caer en el vicio de tirar muchos datos.

T: ¿Qué enseñanza le dejó el filme? ¿Qué balance haría de todo el proceso?

AGB: Para mí fue un viaje. No soy docente, pero si alguna vez doy una clase revalorizaría la importancia del proceso porque yo sabía lo que no quería, pero no lo que quería hacer. Más allá de ser un documental de una banda, creo que la película muestra algunas cosas más universales con la que cualquier hacedor se puede sentir identificado. Creo que reflexiona sobre el hecho de crear y la autenticidad. Creo que el documental celebra el poder transformador del espíritu creativo, de la música y el eco que tiene en el planeta.

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