El sarampión resurge en Europa ayudado por los grupos antivacunas

La región europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cerrará el año con unos 65.000 casos de sarampión, casi el triple que los 23.927 registrados en el 2017.

En el este de Europa, la incapacidad de los sistemas sanitarios para contener los brotes favorece la difusión del virus. Es el caso sobre todo de Ucrania, que concentra más de la mitad de los contagios registrados en Europa.

La situación es distinta en En Europa Occidental, donde el virus ha encontrado en el populismo antivacunas a su mejor aliado. Es el caso de Francia, con 2.863 casos y 2 muertes en doce meses (desde noviembre de 2017 a octubre de 2018, los últimos datos disponibles), donde la ultraderechista Marine Le Pen ha alimentado la desconfianza hacia las vacunas. O de Italia, con 2.552 casos y 5 muertes en doce meses, donde ha sido el Movimiento Cinco Estrellas quien lo ha hecho.

En España, “hay una actitud de confianza en las vacunas mayoritaria entre la población y la decisión socialmente aceptada como normal es la de vacunar a los hijos”, observa Antoni Trilla, epidemiólogo del hospital Clínic de Barcelona. El resultado es que España tiene una de las tasas de sarampión más bajas de Europa, con 220 casos registrados en los once primeros meses de este año. De ellos, alrededor de un 10% fueron de personas llegadas de otros países y el otro 90%, de personas que resultaron contagiadas a partir de estos viajeros. Según Trilla, “España ha eliminado la transmisión endémica del sarampión, pero seguiremos teniendo casos importados. No podemos bajar la guardia”.

En el conjunto de Europa, “estamos asistiendo a un aumento dramático de contagios y a brotes extensos”, ha advertido en un comunicado Zsuzsanna Jakab, directora de la Oficina Regional para Europa de la OMS. Y a escala global, el número de casos de sarampión notificados en el 2017 aumentó un 30% respecto al 2016.

El número de muertes ascendió el año pasado a 110.000, lo que refleja los progresos realizados desde la introducción de la vacuna en 1963, cuando el sarampión mataba a 2,6 millones de personas al año –el doble de lo que mata hoy en día la tuberculosis, casi el triple que el sida y seis veces más que la malaria-.

Pero, tras los avances de las últimas décadas, con una reducción de la mortalidad global del 80% entre 2000 y 2017 y la perspectiva de erradicar completamente el sarampión de Europa Occidental, los datos de los dos últimos años se interpretan como una señal de alarma.

“El aumento de casos de sarampión es muy preocupante, pero no sorprendente. La autocomplacencia sobre la enfermedad y la difusión de falsedades sobre la vacuna en Europa […] provocan un resurgimiento del sarampión después de años de avances”, declaró Seth Berkley, director ejecutivo de la Alianza GAVI para las Vacunas, en un comunicado difundido el 29 de noviembre por la OMS.

La autocomplacencia se explica porque el sarampión, que causa la muerte de una de cada mil personas afectadas, ya no es percibido como una enfermedad grave.

En cuanto a la difusión de falsedades, se inició con los datos que inventó el exmédico británico Andrew Wakefield, que se enriqueció diciendo que la vacuna triple vírica podía causar autismo, y se ha visto amplificada por políticos como Le Pen en Francia y por el Movimiento Cinco Estrellas en Italia. “Son muy irresponsables”, ha afirmado el comisario de Salud de la Unión Europea, Vytenis Andriukaitis, que fue médico antes que político, en declaraciones a The Guardian. “Es inconcebible que tengamos a niños muriendo a causa del sarampión”.

Los niños pequeños son precisamente el colectivo más vulnerable a la enfermedad. La primera dosis de la vacuna se administra en España a los 12 meses, por lo que hasta entonces los niños no están inmunizados. Lo que les protege es que otras personas estén vacunadas y así se evite que el virus circule. Pero si las tasas de vacunación se reducen, se pierde la llamada inmunidad de grupo y los niños pequeños pueden quedar expuestos de nuevo al sarampión, con el riesgo de morir o de sufrir secuelas permanentes como sordera o discapacidad intelectual.

“Debemos respetar que la decisión de vacunar o no vacunar corresponde a los padres y que la toman pensando en lo mejor para sus hijos”, declara Antoni Trilla. “Pero es importante que sepan que el sarampión es una enfermedad potencialmente muy grave y que esta es una vacuna altamente segura y eficaz”. Trilla recuerda que “ponerse una vacuna es una decisión in­dividual que tiene implicaciones colectivas porque, cuando nos ­vacunamos o vacunamos a nuestros hijos, dificultamos la circulación del virus y de este modo ayudamos a proteger a colectivos vulnerables como niños pequeños que aún no se han vacunado o personas inmu­nodeprimidas”.(EFE)

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