EE.UU: Donald Trump amenaza al Congreso con un bloqueo legislativo si le investigan

“Millones de ciudadanos nos observan reunidos en esta gran cámara y esperan que gobernemos no como dos partidos sino como una nación” pidió el presidente Donald Trump al Congreso como arranque de su discurso sobre el estado de la unión suscitando aplausos de demócratas y republicanos al proponer trabajar juntos por “la agenda del pueblo americano”, dejar atrás las venganzas y tender puentes para superar viejas divisiones. Los republicanos escuchaban entusiasmados a un Trump que, por una vez, se ciñó mayormente al discurso que llevaba escrito. Los demócratas observaban con gesto escéptico. ¿Serían genuinos sus llamamientos a la unidad, como había asegurado la Casa Blanca?

Si alguien tenía dudas, pronto se disiparon. En cuanto Trump comenzó a detallar los triunfos económicos de su administración, llegó la advertencia: “Si queremos paz y legislación, no podemos tener guerra e investigaciones. Tenemos que estar unidos en casa para derrotar a nuestros enemigos en el exterior”, reclamó el presidente, asediado por un creciente número de investigaciones judiciales a su entorno y sus negocios, las peticiones de información de los demócratas ahora que controlan la House y las pesquisas del fiscal especial de la trama rusa.

A sus espaldas, la demócrata Nancy Pelosi, speaker de la Cámara de Representantes cabeceó con un evidente gesto de hastío mientras los abucheos de las filas demócratas inundaron la cámara, teñida del blanco que vestían las demócratas en honor de las sufragistas y que ayudó a visibilizar la enorme diversidad de las filas demócratas del nuevo Congreso, frente a la bancada republicana, dominada por los varones blancos y las canas.

Trump regaló a las mujeres demócratas uno de los momentos más divertidos de la noche cuando se puso a celebrar la elevada tasa de empleo femenino, tan alta que en noviembre se trasladó al Congreso. Muchas congresistas, novatas y veteranas, se miraban con cara de no creerse lo que oían mientras el grupo estallaba en expresiones de júbilo, se abrazaba y chocaba sus manos. Mientras tanto, sus escasas colegas republicanas, desperdigadas entre una marea de trajes oscuros, saludaban con la mano, al no tener a ninguna congénere cerca con la que celebrar el cambio. De las 98 mujeres elegidas en noviembre, 84 son demócratas y sólo 14 republicanas.

“¡USA, USA, USA!”, respondieron las demócratas cuando Trump celebró el centenario del derecho de voto para las mujeres, reivindicando para ellas el eslogan patriótico de los mítines del presidente y contagiando al resto de la cámara. Minutos antes, los republicanos habían hecho algo hace unos años impensable en tan solemne ocasión al corear la consigna trumpista cuando el presidente proclamó que el estado de la Unión es “fuerte” y “la economía está prosperando como nunca antes”.

Más allá de algunos llamamientos puntuales a trabajar juntos en una plan de infraestructuras (como ya pidió Trump el año pasado, aunque pronto perdió interés en el tema) y una reforma que rebaje los precios de los medicamentos, el tercer discurso a la nación del 45º presidente de los Estados Unidos pronto derivó en una conocida exposición de las razones para construir un muro en la frontera con México.

“Hay que acabar con la inmigración ilegal y dejar a los coyotes sin negocio”, hay que “proteger las vidas y empleos de nuestros ciudadanos”... Trump, sin embargo, no llegó a amenazar con declarar una emergencia nacional. “En el pasado, la mayoría de la gente en esta sala votó a favor de un muro pero nunca se construyó uno como era debido. Yo lo construiré”, aseguró sin dar pistas sobre cómo piensa hacerlo. Su discurso incluyó varias afirmaciones en su línea habitual de criminalizar al colectivo inmigrante (invitó a familiares de una pareja asesinada por simpapeles, como si estos tuvieran una tasa más alta de delincuencia que los nativos) y loar las aportaciones sólo de los “inmigrantes legales”, aunque en la audiencia se encontraban dos mujeres que fueron contratadas por su empresa a sabiendas, aseguran, de que no tenían papeles.

El presidente anunció algunas de sus objetivos estratégicos para este año y la segunda mitad de su mandato: acabar con la epidemia de SIDA en Estados Unidos en el plazo de 10 años (un objetivo considerado factible por las organizaciones de lucha contra el VIH), continuar las negociaciones de desarme nuclear con Corea del Norte (se verá con Kim Jing Un el 27 y 28 de febrero en Vietnam) y negociar la paz con los grupos talibán para “reducir la presencia de tropas” en Afganistán. Porque “después de dos décadas de guerra, ha llegado la hora de al menos intentar la paz”, dijo pocos días después de que el Senado, a iniciativa de los republicanos, censurara por “prematuros” sus planes de retirarse del país centroasiático y de Siria.

Trump presumió de que su gestión ha producido un “boom económico sin precedentes” y una creación de empleo récord, con guiños a los estados del Medio Oeste que le dieron la victoria en el 2016. Al término de su alocución, la demócrata Stacey Abrams censuró su optimismo: “En lugar de traer empleos de vuelta, las fábricas están cerrando, se avecinan despidos y los salarios pugnan por mantenerse a la par con el costo real de la vida”, dijo la fallida aspirante gobernadora de Georgia, estrella ascendente del partido demócrata. Y con la vista puesta en las elecciones presidenciales del 2020, Trump lanzó algunas iniciativas y propósitos pensados para movilizar a sus bases.

La más polémica, aprobar una legislación federal sobre el aborto que prohíba interrumpir el embarazo en el tercer trimestre ahora que estados como Nueva York y Virginia intentan relajar las condiciones para permitirlo. “Todos los niños, nacidos y no nacidos, están hechos a la santa imagen de Dios”, sentenció. Los demócratas se cruzaron de brazos en señal de rechazo a la iniciativa, que devolvería a la arena política nacional uno de los temas más divisivos para la sociedad estadounidense. Luego, muchos no pudieron evitar sonreír cuando el presidente, tras proclamar su apoyo al venezolano Juan Guaidó, se declaró alarmado por “los nuevos llamamientos para adoptar el socialismo en nuestro país” y se conjuró para que América “nunca sea un país socialista”.

El comandante en jefe terminó su alocución celebrando las historias de heroísmo de algunos de sus invitados al discurso, como Judah Samet, un superviviente de la masacre antisemita cometida en una sinagoga de Pittsburgh días en noviembre, que era también un superviviente del holocausto. O Joshua Kaufman, prisionero del campo de Dachau, y Herman Zeitchik, veterano de la Segunda Guerra Mundial, uno de los soldados estadounidenses que lo rescató. “Casi 75 años después Herman y Joshuan están reunidos en esta cámara en el hogar de la libertad americana”, celebró el presidente con las dos cámaras del Congreso en pie.

Cumplido el trámite, los demócratas se retiraron rápidamente de la cámara mientras los republicanos dedicaban un último aplauso a Trump. “Cada año el presidente se despierta con ganas de unidad el día del discurso sobre el estado de la Unión. Luego pasa los otros 364 dividiéndonos”, ironizó el senador demócrata Chuck Schumer.

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