BALANCE MDQFEST: Una Redgrave hostil, programación impecable y las medialunas más ricas del mundo

Por Vanesa Fognani

La programación del 32° Festival del Cine de Mar del Plata fue impecable hubo películas del mainstream, de género, independientes con cierto tufillo trash – se sintió un poco el espíritu trasnochador del BAFICI- que alegraban una trasnoche repleta de películas con el poder absoluta para mandarte a dormir con una plena sonrisa, hubo película para todos los gustos. Quizás faltó un poco de eventos sobrenaturales (y hermosamente cinéfilos), como la música en vivo o algunos sucesos  más sorprendetes, más allá de lo fílmico. El recorte de presupuesto se sintió en algunos aspectos, pero nadie puede decir que la programación fue floja, al contrario, creo que fue una de las mejores en años.

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Tal vez y como sugerencia, le hablamos desde aquí al director artístico, Peter Scarlet,  que viene de las urbes de los Festivales Clase A más poderoso, a él le decimos con entusiasmo que  estaría bueno tener más personalidades internacionales, entiendo  que traerlos cuesta mucho dinero, los astros de la cuna de Hollywood son caros, pero hay que negociar con las distribuidoras para que en sociedad puedan venir a presentar sus películas, lucir sus vestidos de gala por la alfombra roja y llenar de “ese” glamour del star system que enciende a un público que necesita tener cerca un poco de industria. Que vuelvan las buenas épocas en donde un Delón jovencísimo se paseaba por la rambla del brazo de una Sophia Loren imponente, en donde los flashes estridentes se posaban en los vestidos y sonrisas interminables de las divas. Pero aun así el Festival tuvo momentos antológicos, que evidenciaron un espectador que le gusta que lo sorprendan. Aquí una taxonomía breve y al pie.

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La cuarta pared: El final de la proyección de A Fantatisc Woman, Thriller chileno sobre Marina Vidal (Daniela Vega), una chica trans que transita un camino de redescubrimiento, fue sin duda una de los ejemplo claves de un suceso impensado que pone la piel de gallina. A decir: títulos de créditos finales de la película precandidata al Oscar por Chile, la gente ovacionando la “pantalla” y por el pasillo de la Sala 2 del Aldrey aparece ella, Daniela Vega. El estupor por verla allí, trasapando la pantalla, fue imponente y uno de los momentos TOP FIVE del Festival.  El público la vitoreaba y ella visiblemente conmovida se presentaba ante ellos. Imposible que el corazón no latiera fuerte por esta mujer.

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Pixar presente: “Ustedes tiene que perseguir un sueño”, con lágrimas en los ojos, con la voz quebrada, el argentino Gastón Ugarte animador de Pixar que trabajó en la gran Coco (aquí mi impresión) dio una charla magistral a un público juvenil que hizo más de una hora de fila por verlo, el joven, habló de sus comienzos, pero la humildad y su esfuerzo confiable por mostrarse cercano al público glorificó una conversación sobre cómo es trabajar en PIXAR, sin duda otro gran momento.

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Honestidad colosal: Una de mis decepciones, sin duda y lo dejo para el final, fue conocer a Vanessa Redgrave. Tengo que decirlo, no sería honesto de mi parte, pero quizás mi desilusión derivó de una gran expectativa (mi primera parte de la crítica aquí). La actriz inglesa llegó acompañada de su hijo  Carlo Nero, productor de ópera prima Sea Sorrow. La carencia de flashes y fotógrafos – la Redgrave es una estrella indiscutible- sumado a una improvisación – crítica absoluta- del plató donde brindó las entrevistas  a algunos medios, la predispuso ya desde un comienzo de mal humor.

Su belleza etérea, y su outfit  elegante dieron un respiro a su pésima disposición por mostrarse simpática o agradable. La conferencia Magistral en la salón Douphine del Hotel Provincial fue un tanto surrealista. A sala colmada, la charla empezó con una Regdrave solidarizada por la tragedia del Submarino Ara San Juan. Comenzar con un discurso entre sollozos  forzó a  que la charla se acote al mundo político y de los derechos humanos (Vanessa en una gran activista). Cualquier pregunta sobre la carrera cinematográfica iba a quedar fuera de lugar. De hecho un jovencito le preguntó sobre su personaje de Max en la primera Mision Imposible y fue “bardeado” por la actriz dando a entender  que era una pregunta “vacia”.

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La charla fue tensa, o al menos eso sentí. Hacia el final la actriz prefirió actuar un pasaje de The Year of Magical Thinking, obra que la tiene como protagonista (insistió en que algún productor debe comprar los derechos de la obra)  e irse de la sala de esa manera, fue un momento raro. Hubiese querido que hable más de cine. En su segundo día, ya en la conferencia de prensa, las respuestas se tornaron frías, aunque se la notó más distendida. Ella vino a presentar su documental sobre refugiados y a hablar sobre su tarea comunitaria, de eso no quedó duda. No tenía ganas de hablar de otra cosa y se notó. Ante mi desencanto una compañera de viaje me dijo algo que reivindicó un poco su presencia: “Vanessa podría estar jugando al bridge y tomando él te con sus amigas, sin embargo está acá hablando de derechos humanos”, y es cierto tiene razón, aunque en el fondo, mi desazón siguió hasta el final del Festival. Pero no había tiempo para las desilusiones, me crucé a La Boston en donde venden las medialunas más ricas del mundo, calmé mí molestia y seguí tachando y dibujando mi catálogo. Esto ya se terminaba.

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