Londres activará el Brexit, un proceso largo marcado por la tensión y un resultado incierto

La primera ministra británica, Theresa May, invocará formalmente este miércoles el artículo 50 del Tratado de Lisboa para activar el Brexit y dará inicio a dos años de complejas y tensas negociaciones con sus socios de la Unión Europea (UE), que podrían terminar con un acuerdo que redefina las relaciones entre Reino Unido y el bloque o sin consenso alguno, lo que generará múltiples traumas, especialmente a Londres.

May firmó hoy el documento oficial que activa el Brexit, una imagen que sin dudas quedará en la historia británica, europea y mundial. Sin embargo, el documento recién será entregado en mano mañana al mediodía al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.

Mientras eso sucede, los presidentes de las bancadas de la Eurocámara comenzarán a debatir la posición del Parlamento Europeo en las negociaciones sobre la salida, anunció hoy su titular, Antonio Tajani.

El legislador conservador David Davis; el ex secretario de Defensa, Liam Fox; y el actual canciller, Boris Johnson, serán los tres elegidos por May para encabezar el equipo negociador británico -los tres "brexiteers", como ya los bautizó la prensa local- y en una primera etapa tendrán enfrente al designado de la UE, Michel Barnier. Las negociaciones podrían comenzar en mayo próximo.

En total, el artículo 50 estipula que todo el proceso de salida de un miembro de la UE demore dos años; es decir, el Brexit debe concretarse para finales de marzo de 2019. Si las negociaciones avanzan positivamente y hay expectativas de un acuerdo, los 27 países miembro podrían acordar una prórroga.

Sin embargo, si el diálogo llega truncado y estancado, el Reino Unido podría dejar el bloque sin acuerdo y convertirse, legalmente, en un vecino sin beneficios o trato especial.

En el mejor de los escenarios, los tres brexiteers y Barnier deben entregar un borrador del acuerdo al Consejo de Europeo -la cumbre de jefes de Estado y gobierno de la UE- para su análisis. Al menos 20 de los 27 países miembros y un 65% de la población del bloque deben aprobarlo para que continúe avanzando y llegue al Parlamento Europeo, que debe ratificarlo o rechazarlo.

No hay dudas de que será un proceso tedioso, largo y complejo.

Londres y Bruselas deben deshacer 43 años de acuerdos y tratados -un proceso inédito para un país miembro de la UE- y luego el resultado de las negociaciones debe atravesar no sólo las principales instancias de decisión del bloque, sino de cada estado miembro. Algunos países simplemente lo votarán en sus Parlamentos, otros lo someterán a referéndum, según sus leyes internas, lo que, además, agrega un período para la campaña electoral.

Pero antes de llegar a estas últimas instancia, el Reino Unido y la UE deben ponerse de acuerdo sobre muchos temas sensibles.

Uno de los puntos centrales es el futuro de la relación comercial y las opciones, según los medios británicos, son dos: por un lado, un Brexit duro en el que May no acepta los pedidos de Bruselas de garantizar la libertad de movimiento de personas y los derechos migratorios de los ciudadanos del bloque para seguir siendo parte del mercado único europeo. Por otro lado, un Brexit blando, al estilo Noruega.

Oslo no es miembro de la UE, pero sí pertenece a la llamada Zona Económica Europea, es decir, tiene acceso privilegiado al mercado interno del bloque, sin tarifas ni controles, lo que a su vez la obliga a garantizar la libre circulación de personas (ciudadanos de la Unión Europea), bienes y servicios.

Uno de los temas más sensibles, según demostró el reciente debate en el Parlamento británico, es la política migratoria.
La Oficina Nacional de Estadísticas en Londres estimó que alrededor de 3,2 millones de ciudadanos de países miembros de la UE viven en Reino Unido, mientras que cerca de 900.000 británicos viven en el bloque regional.

May prometió garantizar los derechos de residencia y trabajo de estos ciudadanos, pero en su reciente dictamen, la comisión de la UE de la Cámara de los Comunes no se mostró tan optimista y llamó a Londres y Bruselas a alcanzar un acuerdo externo para este tema, si no logran llegar a un consenso sobre la salida en general de Reino Unido.

Además, mientras que difícilmente el Brexit ponga trabas a los turistas británicos que quieran visitar países de la UE, si experimentarán algunas de las mismas dificultades que viven los ciudadanos del resto del mundo.

Uno de los negociadores británicos, Davis, adelantó ante el Parlamento en Londres que "probablemente" los ciudadanos ingleses ya no tendrán la cobertura de la Tarjeta Sanitaria Europea, un sistema que les permitía acceder como si fueran locales a la salud pública de cualquiera de los 27 países miembros de la UE.

Otro tema sensible es cuánto tendrá que pagar Londres por su decisión de abandonar el bloque y sus compromisos financieros adquiridos. Varios medios británicos estimaron que la cifra que pedirá Bruselas rondará los 60.000 millones de euros.

Si las negociaciones terminan sin un acuerdo, May podría decidir no pagar ni un centavo de lo que demande la UE; sin embargo, tamaña decisión podría tensar aún más una relación que ya no tendrá ningún marco legal especial.

Pero la UE no es la única parte que está interesada en cerrar un acuerdo; Londres también necesita abandonar el bloque con reglas claras y beneficiosas.

Londres es el principal centro financiero para las empresas británicas y europeas y la libertad de circulación de servicios actual es vital para su funcionamiento. Además, el ex primer ministro Sir John Major ya advirtió que, sin un acuerdo consensuado, May pondrá en peligro el proceso de paz en Irlanda del Norte, del que el Reino Unido e Irlanda son garantes en su calidad de "socios de la UE".

Davis ya prometió al Parlamento británico que el gobierno de May no hará "nada que pueda poner en peligro el proceso de paz" ni tampoco la libre circulación en la frontera con Irlanda, un país miembro de la UE, pero también un Estado con mucho intercambio con la región británica de Irlanda del Norte.

El negociador británico no escondió en sus discursos frente al Parlamento en Londres que existe una posibilidad, muy real, de que al término de dos años, el Reino Unido y la UE no alcancen un acuerdo. De ser así, confió en que "la relación entre potencias" garantizará que su país no se convierta en apenas otro tercer país, sin beneficios ni trato especial, para todos sus vecinos.

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