Neuquén: Un reportero gráfico alemán denunció irregularidades al ser detenido en la ciudad de Añelo

 

La policía detuvo, en Añelo, el pasado lunes a un fotoperiodista alemán que retrataba un basurero petrolero en la empresa Treater Neuquén SA.

El profesional, identificado como Stefan Borghardt, permaneció detenido en el calabozo de la Comisaría 10 de la localidad de cabecera de Vaca Muerta durante dos horas y no pudo recuperar su equipo fotográfico, ni las unidades de almacenamiento y rollos de fotos donde había capturado las imágenes.

Además denunció que recibió golpes y que su teléfono personal fue revisado por los una de las efectivos policiales durante el traslado hasta la comisaría.

El reportero gráfico se desempeña como free lance. Realizó la cobertura de la Cumbre del G20 y la frustrada final de la Copa Libertadores en el estadio Monumental. A principio de año llegó a Neuquén para iniciar un documental sobre la explotación no convencional de hidrocarburos en Vaca Muerta.

Cuando estaba en inmediaciones del predio de la empresa, retrató dos piletones de 50 metros que contenían restos de fluidos derivados de la extracción petrolera. Uno de ellos había derramado una parte. En ese momento un supervisor detectó su presencia y fue sacado por la fuerza, mientras contactaron a las autoridades.

Borghardt explicó en Radio Universidad CALF que “estaba sacando fotos en un derrame que encontré y me agarró un supervisor de la zona en una camioneta blanca, y me llevó a la entrada del predio. Ahí él habló con un jefe que llamó a la policía”.

Los uniformados detuvieron a Borghardt, y secuestraron su equipo fotográfico y su teléfono celular. “La policía que estaba sentado al lado mío tenía mi celular, y se metía en mis mensajes, reproducía los mensajes de voz y yo le preguntaba si tenía derecho a hacerlo, pero ella no me respondió”, explicó el fotógrafo.

Ingresó esposado en la comisaría de Añelo, y fue obligado a firmar un acta de detención. Luego fue interrogado. “También les mostré mi carnet de prensa. Sabían que era fotoperiodista”, explicó Borghardt.
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Uno de los piletones que retrató el fotógrafo que fue detenido. (Gentileza Stefan Borghardt)
El testimonio en primera persona

Stefan Borghardt publicó su testimonio en donde relata el trayecto que realizó para tomar las fotografías, y lo que sucedió durante su traslado en la comisaría de Añelo:

“Cuándo ya se perfilaba que me iban a llevar a la comisaría, les mostré un escaneo de mi pasaporte en el celular. La mujer policía anotó los datos y después se quedó con mi celular. Arriba de la camioneta, yo estaba sentado atrás, en el medio, con la mujer policía a mi costado derecho, ella tiene que haber notado que me llegaban reacciones a la foto que había enviado al celular, porque empezó a meterse en mi whatsapp. Reprodujo varios mensajes de voz y leyó mensajes enviados y recibidos en altavoz. A la pregunta mía si tenía derecho a meterse en mi celular, no hubo respuesta alguna. Es más, poco antes de llegar a la comisaría de Añelo, le pregunté tres o cuatro veces si le podía hacer una consulta, esperando que pueda recuperar mi teléfono, pero ella no mostró ninguna reacción. Durante el trayecto, los cuatro oficiales me bombardearon con preguntas que se mezclaban con los mensajes personales que se reproducían en mi celular, por lo que se me hace difícil recordar todas las preguntas que me han hecho.

“Llegamos al primer lugar donde me iban a hacer una supuesta revisión médica. Cuando negué dejar mi mochila en el vehículo y bajarme sin mis pertenencias, reaccionaron muy molestos y me pusieron las esposas, tirándome para afuera del carro. La revisión médica consistía en pedirme que sacara la lengua y anotar otra vez mi nombre completo. Nos volvimos a subir a la camioneta, yo aún con las esposas puestas. Cuando llegamos a la comisaría, entramos por la entrada trasera, me llevaron hasta la barra de atención y me quitaron las esposas. Me hicieron dejar todas mis pertenencias arriba de la barra y revisaron mis bolsillos y la mochila. Todavía ahí me negaron usar mi teléfono. Mientras la mujer policía labraba el acta de mis pertenencias, escrita a mano en un cuaderno, un oficial que parecía ser un superior me hacía más preguntas y me decía, haciendo gestos con un destornillador eléctrico en la mano, que ya se iban a enterar de la verdad. Después la misma mujer policía me ordenó que firmara el acta, pero por las preguntas que me habían hecho mientras tanto, no sabía si realmente estaba todo documentado de forma correcta. Insistí en leerlo con calma antes de firmar. Me apresuró la policía diciéndome a mí que me apurara y que firmara ya, y al jefe (él se presentó como jefe de la comisaría) que yo no quería firmar. Yo le contesté que sí iba a firmar, pero que me tenía que dejarlo leer antes. De repente el jefe me empujó para atrás y ordenó a los demás oficiales que trajeran un testigo que firme el acta. La oficial me agarró de la manó y me puso el brazo en la espalda, empujándome e insultándome. Me llevó al pasillo de calabozos.

“Al testigo que firmó el acta no lo alcancé a ver. En el pasillo estaba parado otro oficial que me pateó al pasar. Llegamos al calabozo y yo me encontré rodeado por unos cinco a siete oficiales, no me acuerdo bien, fue todo muy turbio y atemorizante para mí. Varios (al menos tres) me pegaron, me patearon y me insultaron. Un policía que me maltrataba con una escoba desde lejos, me dijo que él odiaba a los alemanes, a todos los alemanes. Yo durante todo ese proceso tenía las manos levantadas y pedía que no me lastimaran. Me dijeron que si me decían que firmara, tenía que firmar, y que no funcionaban las cosas como yo me las imaginaba. Después tuve que quitarme los cordones de los zapatos y un policía me dijo que me apurara porque sino me ayudaba él, y sacó una navaja del bolsillo”.

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