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Macri presidente: la política cínica al poder (Por Héctor A. Palma)

Este breve escrito trata sobre la política cínica, pero no diré una sola palabra sobre los filósofos cínicos, entrañables rebeldes contra lo establecido de la antigüedad. Por el contrario, hablaré de unos cínicos más ramplones y menos épicos que aquellos cínicos de la resistencia. Me referiré a los cínicos del poder, individuos que, como reza una de las acepciones modernas, “se comportan mal (o dicen la falsedad más flagrante) sin avergonzarse ni disimularlo”. Pero, además, se dedican a la política y logran convencer a una enorme cantidad de personas de que los voten. Allí comienza, entonces, la política cínica, allí comienza la política del PRO en la Argentina, probablemente un experimento continental que ensayan las nuevas derechas que vislumbran, a corto plazo, éxitos en distintos países latinoamericanos. 

Es habitual que en las campañas políticas se deslicen mentiras, exageraciones o se prometan cosas que, por distintas razones, finalmente no se cumplen. Incluso esto puede ser considerado parte de los intentos por convencer, con artilugios poco honestos, al electorado, parte del folklore proselitista en suma. Pero la política cínica es mucho más que eso, aunque pueda interpretarse parcial y benévolamente como mentira, exageración o promesa incumplida. La política cínica es capaz de construir una realidad en la mente de las personas, aun la más absurda e irreal, una realidad que puede estar en las antípodas de cualquier evaluación empírica elemental. La política cínica desafía impúdicamente a la realidad, la domina, arremete contra ella y contra la más elemental racionalidad e inteligencia instalando un relato que resultaría inverosímil y ridículo si no hubiera, paradójicamente, tanta gente que termina creyéndolo. La política cínica se manejó hasta ahora y desde hace años con eslóganes que un coro de gritadores necios y acríticos repiten hasta el hartazgo cual mantra conspirativo y golpista. La política cínica le dice a la población que hay un sol radiante en plena noche  y, al menos una parte de la población, le cree. En ocasiones se parece a una provocación por la flagrante contradicción con la realidad. Pero esto puede hacerse porque la política cínica está organizada, se apoya en un trípode casi infalible, letal, impune y corrosivo: las grandes corporaciones económicas que se benefician y la sostienen a cualquier precio, el paraguas de impunidad del sistema Judicial por contar con el favor de la Corte Suprema de Justicia (y con mucha frecuencia de estadios inferiores), y, finalmente, la acción de los grandes multimedios, mafiosos y extorsionadores que bajo la invocación de la libertad de expresión no hacen más que cercenarla todo el tiempo.    

La política cínica anuncia grandes y buenos equipos que nunca muestra y, cuando necesita cubrir una enorme cantidad de cargos nombra incompetentes confesos o amigos de flaco curriculum vitae y, muchas veces de gordos prontuarios. Invoca la necesidad de concursos en el Estado para mejorar la calidad pero solo reparte favores y cancela deudas de campaña al nombrar funcionarios. La política cínica remarca la necesidad de la presencia del Estado, pero solo promueve un Estado Gendarme y convoca a empresarios que siempre se opusieron a la presencia del Estado o lo han esquilmado y estafado de múltiples maneras.

La política cínica también, como aquel Gran Hermano de Orwell, genera una neolengua, pobre como sus usuarios, pero también eufemísticamente cínica: anuncia con alegría el “fin del cepo” lo que en verdad es una enorme devaluación que licúa salarios. Pero además de la devaluación, a los sectores más concentrados, ya de por sí favorecidos por la baja de salarios, les bajan (o eliminan, en algunos casos) las retenciones a las exportaciones, lo cual además de una enorme transferencia de la renta  hace que aumente el precio de los alimentos en el país y además por la correspondiente desfinanciacion del Estado por la merma de impuestos, hace que aumenten las tarifas y servicios públicos por quita de subsidios. Pero la política cínica ya no pide sacrificios en pos de un futuro promisorio como en otra época (después de todo es la revolución de la alegría) sino que lo hace con el objetivo de lograr “bajar la pobreza, cuidar el salario y el empleo” según dijera sin que se detectara ningún signo de vergüenza o pudor, el ministro de economía. A contramano de toda la experiencia mundial que muestra que estas políticas no bajan la pobreza sino que la aumentan, la política cínica destruye una economía con casi pleno empleo y salarios altos y genera desocupación y miseria…con el objetivo de defender el trabajo y los salarios.

La política cínica invoca todo el tiempo la democracia, la república y la institucionalidad (de hecho fue uno de los caballitos de batalla de la oposición, hoy en el gobierno, contra la presidencia de Cristina Fernández) pero no duda en avasallarlas a niveles nunca vistos en gobiernos democráticos y no solo forzando interpretaciones insostenibles de la Constitución Nacional sino, lisa y llanamente violándola.

La política cínica, durante la campaña y antes, se rasgaba las vestiduras por la libertad de expresión pero no duda en tratar de eliminar la Ley de Medios de Comunicación Audiovisual que, claramente garantiza la pluralidad por el solo hecho de que Clarín no se aviene a adecuar el tamaño del grupo a lo que la ley permite; presiona por distintos medios para que cesen programas opositores; confecciona mafiosas listas negras de periodistas y artistas que hayan manifestado simpatía con el gobierno anterior; rescinde contratos de periodistas de reconocida trayectoria en medios oficiales solo por haberse manifestado a favor del FPV. Un costado más grotesco del cinismo sobre la pluralidad e independencia de los medios surge con la revelación de los enormes e injustificables contratos a periodistas reconocidos, ostensibles aliados del gobierno PRO.

La política cínica dice alentar el diálogo, la unión y salvar la supuesta “grieta” existente entre los argentinos, pero todo el tiempo da muestras de su sed de venganza despiadada y sin límites, tanto en los actos de gobierno como en los dichos de muchos funcionarios.

La política cínica, aparentando un inocente rasgo de sinceridad y veracidad declara la emergencia en cuanto sector puede (el colmo del absurdo es la “emergencia estadística”) y mucha gente lo interpreta solo como una declaración de lo mal que estamos sin percatarse de que la declaración de emergencia es un encuadre legal que permite a los funcionarios excepciones a la ley.

Pero la política cínica –igual que la realidad- no es estática, y la principal diferencia –que no es poca- entre esta derecha y otras derechas que han gobernado en el pasado es que ahora accede al poder por las urnas. Pero nunca fue ni será democrática y, a medida que el mensaje del amor y la amistad se vaya desinflando junto con los globos de campaña y la cobertura mediática no pueda tapar la desocupación, el descenso en la calidad de vida material y cultural de la mayoría de la población, los propios límites de la política cínica le harán mostrar su cara más brutal y violenta y no vacilará en derramar sangre de compatriotas.

El autor es doctor en filosofía y docente de la UNSAM.

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