“¡No están solos!”, dijo el Papa a los refugiados en Lesbos

Durante el breve pero intenso viaje del Papa Francisco – del sábado 16 de abril – a la isla griega de Lesbos, cercana a la costa de Turquía en el mar Egeo, el Obispo de Roma visitó poco después de mediodía, hora local, el Campo de Refugiados de Mória.

El Pontífice llegó en un pequeño autobús –  procedente del aeropuerto de Mitilene y distante 8 km –  acompañado por el Arzobispo de Atenas y de toda Grecia, Jerónimo, y por el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé.

Tras los discursos que pronunciaron el Arzobispo y el Patriarca, el Santo Padre, antes de la Firma de la Declaración conjunta, saludó a los 2.500 prófugos que allí piden asilo.

Hablando en italiano y llamándolos “queridos amigos”, Francisco les manifestó ante todo su deseo de estar con ellos, para decirles que “no están solos”, sabiendo que durante semanas y meses, han sufrido tanto, viéndose obligados a huir de situaciones de conflicto y persecución por el bien de sus hijos y con la esperanza de construirse una nueva vida en este continente.

El Papa Bergoglio les dijo también que ha querido estar con ellos, junto a sus hermanos, el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Jerónimo, para escuchar sus historias y llamar la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria, implorando al mismo tiempo, su solución. De ahí que el Pontífice les haya manifestado su esperanza de que “el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperadas”, para que responda de un modo digno de nuestra humanidad común.

A pesar de haber puesto de manifiesto que la experiencia demuestra con qué facilidad se suelen ignorar los sufrimientos de los demás o, incluso, aprovecharse de su vulnerabilidad, el Santo Padre afirmó que sin embargo, y a pesar de que todavía queda mucho por hacer, estas crisis pueden despertar lo mejor del ser humano, tal como ellos mismos lo han comprobado con el pueblo griego, que ha respondido generosamente a sus necesidades a pesar de sus propias dificultades, así como gracias a muchas personas de Europa y del mundo que han ido a ayudarlos.

De modo que el mensaje que Francisco ha querido dejarles ha sido: “¡No pierdan la esperanza!”. Porque – como les dijo – el mayor don que podemos ofrecer es el amor: una mirada misericordiosa, la solicitud para escucharnos y entendernos, una palabra de aliento y una oración.

Y se despidió de estos “queridos amigos” con el deseo de que Dios los bendiga a todos y, de modo especial, a sus hijos, a los ancianos y a los que sufren en el cuerpo y en el espíritu. “Los abrazo a todos con afecto” – les dijo el Papa –, a la vez que invocó sobre ellos y sobre quienes los acompañan, “los dones divinos de fortaleza y paz”.

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