Cristina no es una masa para el poder (Por Julián Denaro)
“Hace cinco años, el 15 de septiembre de 2008, quebraba el banco de inversión Lehman Brothers, uno de los símbolos del capitalismo financiero global. Un año antes había estallado la burbuja especulativa con préstamos hipotecarios denominados subprime. Estos seis años de crisis en Estados Unidos y en Europa, economías que siguen estancadas o en recesión, han profundizado la concentración del capital financiero y la riqueza.”
Alfredo Zaiat, publicado en Página 12 el 28 de septiembre de 2013
Mientras tanto, en “La Nación”, se explica que los productores deciden retener el 35% de la soja, que son cerca de 18 millones de toneladas, y que equivalen a cerca de 10000 millones de dólares de exportaciones, porque estiman una próxima devaluación, y debido a que en tiempos de incertidumbre cambiaria y política, productores y exportadores buscan cubrirse y no quedar expuestos.
Antes de proseguir con una exposición que permita sacar elocuentes conclusiones acerca de los intereses que pujan por el manejo de los recursos de nuestro país, abordemos lo expuesto en lo precedente. Por un lado, queda en evidencia que a quienes manejan el acopio de la producción agropecuaria no les interesa en lo más mínimo el país sino todo lo contrario, es decir, quieren que se devalúe para incrementar sus ganancias, inclusive si entendieran que eso implicaría un empobrecimiento de la clase trabajadora, una complicación para el equilibrio de las finanzas de la Nación y una disminución en la tasa de crecimiento del país, por lo que se traduciría una detención en el proceso generador de empleo. Por supuesto, está asociado a lo que enuncia Alfredo Zaiat en Página 12. Veremos por qué.
Los que manejan enormes masas de dinero mensualmente, que la población común ni puede soñar en ganarla en toda su vida, son los que quieren agrandar la brecha entre ricos y pobres, debido a que de esa forma se aseguran la conservación del poder. Es que la economía libre nunca existió y nunca va a existir. O la dirige el Estado para lograr la grandeza de una Nación y el bienestar general y felicidad de los pueblos; o la dirigen las empresas multinacionales financieras para conseguir la destrucción de las Naciones y la esclavitud y desdicha de sus habitantes.
Entonces, queda a la vista cuál es el mecanismo que están poniendo en práctica los productores (luego veremos que no son los productores sino los acopiadores). Están presionando al Gobierno para que devalúe, sabiendo que esos 10000 millones de dólares de exportación representarían para el Estado un ingreso de 3300 millones de dólares en concepto de retenciones a las exportaciones, lo que equivale a aproximadamente 20000 millones de pesos disponibles para asignar a la financiación a partidas presupuestarias vitales como Salud, Educación, Obra Pública generadora de empleo y compromisos varios del Estado Nacional. Es como que le están diciendo al Estado – hasta que no devalúes no te doy la soja –. Aquí empezamos a apreciar con claridad cómo funciona el poder.
Describamos las consecuencias de la devaluación que están buscando los productores (en realidad veremos que son los acopiadores). Claro, primero pongamos el foco en su propio ombligo. Mostremos un incremento del precio del dólar de 5,70 a 6,30. Los 6000 millones de dólares netos de retenciones, que hoy equivalen a 34200 millones de pesos, se transformarían inmediatamente en 37800 millones de pesos, por lo que en un abrir y cerrar de ojos su patrimonio se incrementa en 10% sólo producto de una acción especulativa, que no tiene relación con el valor trabajo. Claro, el incremento en la riqueza de los acopiadores no tiene una relación directa con el resto del país. Si se incrementa el tipo de cambio, por un lado, se encarece el costo de importación de energía, por lo que el saldo de la balanza comercial estará en jaque. Luego, se complica el abastecimiento de insumos y tecnología por parte de la industria que necesita estabilidad cambiaria para continuar el proceso de desarrollo. Más aún, se encarece demasiado el costo de productos finales de consumo que realiza la población común. Y, para complementar los perjuicios ocasionados por una devaluación, se incrementa el porcentaje del presupuesto nacional destinado al pago de deuda externa, ya que ésta está valuada en moneda extranjera. En resumen, con una devaluación se favorecen los propietarios de los grandes capitales financieros y se perjudica el resto de país. Aquí entonces, estamos en presencia de las disputas de poder.
Bueno, pero no es cuestión de que a éste poder nadie le contó de la justicia que hay en las políticas distributivas. En realidad, los Acopiadores, que son quienes compran a los pequeños productores su producción agropecuaria, jamás les importó reducir su poder de monopsonio para dejar de sumirlos en la escasez. Sabemos que es muy complicado para el Estado regular el poder de los Monopolios, que son únicos oferentes de un producto a todo el mercado, y que por ello tienen el poder para vender siempre a un precio demasiado elevado. Bueno, del mismo modo operan los Monopsonios, que son los únicos compradores a muchos pequeños productores. Un ejemplo de esto son los Acopiadores de productos agropecuarios, que compran a muchos pequeños productores un producto que luego comercializan, una parte al mercado local y la otra son las exportaciones. Y justamente, como son muy grandes y poderosos estos monopsonios, les aseguran la venta a los pequeños productores, pero a costo de pagarles un precio menor al que les correspondería, apropiándose de una parte de riqueza que no les corresponde en función del trabajo, sino que es consecuencia de una desigual puja distributiva entre grandes empresas poderosas y pequeños productores que cuentan las monedas para poder llegar a fin de mes. En una disputa así, siempre termina cediendo el que mayor urgencia tiene, y entonces los Acopiadores se aprovechan de los pequeños productores. Y luego los mismos Acopiadores son los que le meten presión al gobierno nacional para que se someta a sus caprichos de modo de agigantar su tasa de enriquecimiento. En fin, como vemos, aquí está la disputa del poder.
Es el momento ahora de avanzar hacia otro terreno. El que nos incumbe a todos. Bueno, es verdad, a todos los que no tenemos el poder financiero de las multinacionales, los acopiadores (algunos son multinacionales), bancos extranjeros (algunos en poder de grandes extensiones de tierra), grandes terratenientes (algunos son los mismos acopiadores), y otros componentes del poder fáctico, como se lo denomina hoy en día en Argentina.
Hoy en día en Argentina, tenemos como presidente a una tenaz Cristina Fernández, que además es sostenida en cuanto a poder político por más del 50% del pueblo de nuestro país, que ya se dio cuenta de que el kirchnerismo representa un modelo de crecimiento con inclusión social (en otras palabras, generación de empleo con mejoras distributivas que van de la mano con un proceso industrializador y emancipador). Pero qué nos pasaría a todos, si éste poder concentrado pudiera quebrar la resistencia del gobierno actual, o si el poder pudiera poner a un frágil y manipulable presidente que cediera ante todos los caprichos e intereses del poder fáctico?
Pues bien, ya es de público conocimiento que ése candidato manipulable por el poder es Sergio Massa. Que ya se comprometió con quitar las retenciones a las exportaciones, con devaluar, con liberar las importaciones, con combatir la inflación reduciendo salarios (bueno, él dice, o le hacen decir, que es a través de restringir la emisión monetaria), con reducir las partidas de asignaciones y de subsidios, y con abrirse al mundo (financiero).
Si se quitan las retenciones a las exportaciones de productos primarios los precios internos quedan establecidos por los elevados precios internacionales, que son un golpe al poder adquisitivo de la clase trabajadora argentina, el Estado deja de percibir cerca de un 10% de sus ingresos, lo que se traduce en déficit fiscal, y el total de la torta que entra por exportaciones se vuelve apropiada en su totalidad por los Acopiadores, que son el poder financiero, que son en parte multinacionales y que son en parte la oligarquía dueña de grandes extensiones de tierra de nuestro país.
Si se devalúa, se empobrece la población común y la clase trabajadora, y el Estado vuelve a sentir una asfixia porque se eleva el costo de importaciones necesarias y porque un mayor porcentaje del presupuesto nacional debe ser utilizado para pagar compromisos con el exterior.
Si se liberan las importaciones se desprotege la industria nacional, y al disminuir la actividad industrial se pierden puestos de trabajo, incrementando la tasa de desempleo y con ello la pobreza. Si se aplican políticas monetarias acordes a los intereses de los bancos, y se restringe la emisión monetaria, la contracción resultante del gasto público se traduce en una disminución de los salarios, de los haberes jubilatorios y de un retroceso en los niveles de salud y educación.
Y por fin, o por principio de sus intereses, la apertura al mercado financiero significa volver a contraer deuda con organismos internacionales, lo que volvería a poner a nuestro país de rodillas ante los caprichos de nuestros acreedores extranjeros. Algo que no nos pasa desde que las políticas de desendeudamiento aplicadas por el kirchnerismo nos devolvieron la Independencia Económica que habíamos perdido, especialmente desde 1976. Si se vuelve a los mercados financieros internacionales, volveríamos a perder la independencia económica.
Ahora podemos comprender por qué éste poder se aferra tanto a la Constitución de 1853, a la independencia del poder judicial y a conservar el manejo de los medios de comunicación.
Argentina presenta la singularidad de que, antes de dictar una Ley Básica o Constitución que organizase el Estado Nacional Argentino (comenzando por determinar el ámbito territorial que tendría, el idioma que debería hablarse, y los derechos elementales de los ciudadanos), otorgó derechos, privilegios y prerrogativas a los súbditos británicos por el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación de 1825. Así, consolidada por gobiernos de hecho, la estructura económica ganadera y financieramente tributaria de empréstitos permanentes, concertados sólo para el despilfarro y la recepción de jugosas comisiones para los gobernantes que los contrataban, se dictó en 1853 la Constitución. Justamente, el Poder Judicial, es el que ha defendido a rajatabla ésta condición. Pero deberemos llamarla Corporación Judicial, ya que es el único de los tres poderes del Estado que no se elige por el modo de la Democracia Representativa. O sea, sus miembros no son elegidos por el pueblo sino que son elegidos por la misma corporación que se perpetúa en el poder.
Ahora sí, retomando el concepto de mi anterior artículo, que utiliza el término popular una masa como modo de calificar a algo que está bueno, que tiene onda, que está acorde a lo mejor, a lo que en este caso es funcional a los anhelos de un país justo y próspero, deberemos admitir que está en contraposición lo que es una masa para nuestro pueblo y lo que es una masa para el poder fáctico. Queda claro que Sergio Massa sería una masa para el poder fáctico, pero sería terrible para el país.
Y claro, como Cristina Fernández será una férrea combatiente por los intereses del presente y del futuro de nuestra nación, no será jamás flexible a los antojos del poder. Por eso, Cristina no es una masa para el poder, pero por suerte sí es una masa para el pueblo argentino.
Julián Denaro
29 de septiembre de 2013
Lic. JULIÁN DENARO (1976) es Profesor Adjunto en la Universidad de Buenos Aires (en Facultades de Ciencias Económicas, Ciencias Sociales, CBC y UBA XXI), en la Universidad de Belgrano y en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Es autor de las obras “Los problemas de la macroeconomía” publicada en 2008, “Los objetivos de la microeconomía” publicada en 2013 y “ECONOMÍA POLÍTICA CON JUSTICIA SOCIAL” publicada en 2013. Dicta conferencias y cursos para Graduados, escribe artículos para revistas internacionales y es estudiante avanzado de la Licenciatura en Psicología en la Universidad de Buenos Aires