La producción agropecuaria orgánica “se multiplicó 750 veces” en los últimos 25 años

La producción agropecuaria orgánica “se multiplicó 750 veces” en los últimos 25 años –pasando de 5.500 a casi 4,3 millones de hectáreas, mientras que “la cantidad de establecimientos creció más de 300%”, según un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba).

La explotación ganadera explica “el 95% del área bajo la modalidad y la lana es su emblema”, con la exportación como principal destino, según publicó el sitio web de divulgación “Sobre la Tierra”.

“La producción orgánica es una modalidad de producción diferente a la que llamamos convencional o agroindustria, que se la conoce más por la prohibición de uso de agroquímicos, pero tiene principios mucho más amplios como preservar la biodiversidad y contemplar la salud humana y el bienestar animal”, comentó Silvia de Bargas, docente de Producciones Animales Alternativas en la Fauba.

“En la actualidad, se transformó en un atributo diferencial de calidad que se respalda en la certificación de los productos, y es cada vez más importante en el mundo”, agregó

De Bargas estudió cómo evolucionó la producción orgánica en el país desde 1995 hasta la actualidad.

“Hoy, nuestro país cuenta con 1.343 establecimientos bajo seguimiento para la certificación orgánica, que ocupan aproximadamente 4,3 millones de hectáreas

-casi dos veces la superficie de la provincia de Tucumán-. Ocupamos el segundo lugar en el ranking de los países con mayor superficie con producción orgánica, y tenemos algunas características particulares”, dijo.

El estudio reveló además que 95 de cada 100 hectáreas bajo esta modalidad están destinadas a la ganadería, que se concentran sobre todo en la región patagónica y la principal actividad es la producción de lana para exportación.

“Entre 1999 y 2000 se incorporaron 2,9 millones de hectáreas, y 1 millón pertenecía a un solo empresario textil. En menor medida producimos miel, carne bovina y huevos de gallina”, dijo.

Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA analizó la evolución de la actividad en nuestro país desde la década del ’90 hasta el presente, y halló que la superficie aumentó de 5,5 mil a casi 4,3 millones de hectáreas, y que la cantidad de establecimientos subió de 322 a 1343. Además, el estudio sostiene que los productores orgánicos argentinos anteponen sus principios a lo económico, y que su mayor problema es convivir con la producción convencional.

“En cuanto a lo agrícola, nos destacamos como exportadores de peras y manzanas, y sus procesados, y también de cereales, oleaginosas y cultivos industriales”, agregó.

Como parte de su estudio, de Bargas entrevistó a más de 60 productoras y productores orgánicos y analizó qué motivaciones tuvieron para ingresar a la actividad.

“Encontré que el motor principal para adoptar esta modalidad de producción es una cuestión de principios relativos, sobre todo, al cuidado del ambiente, a la salud de los consumidores y a la calidad de los productos. Recién en segundo lugar, el aspecto económico”, dijo.

Es que a pesar de que “los productos orgánicos son más caros, producir de esta manera no implica una mayor rentabilidad” dado que “la producción orgánica incluye una mirada del mundo que rechaza los paquetes tecnológicos basados en insumos de síntesis química y organismos modificados genéticamente, entre otros”.

“Muchas personas creen que es antigua o ‘atrasada’, pero no es así. Las tecnologías no son buenas ni malas en sí mismas, pero tampoco son neutras. Incorporan los valores de quienes las crean y de quienes las adoptan”, dijo.

Silvia de Bargas afirmó que la actividad se enfrenta con varios problemas, y que uno de los principales es la convivencia con la producción convencional.

“Imaginate un predio orgánico dentro de una zona donde se aplican agroquímicos de forma constante. La contaminación llega por suelo, agua y aire. En la Argentina, quienes producen orgánico se las tienen que arreglar como puedan y defender sus campos con barreras físicas o alejándose de las aplicaciones. Esto limita la superficie disponible para orgánicos, y no hay ley que los proteja”, dijo.

“Otra cuestión es que faltan políticas públicas para apoyar al sector. Incluso, cuando existen, no están muy bien dirigidas. Hoy, quienes promueven la producción orgánica son los consumidores que la demandan por cuestiones de salud y de cuidados del ambiente”, agregó.

Por otra parte, no existe un mercado interno por lo cual “ante condiciones desfavorables para exportar, el negocio se perjudica notablemente”, dado que “el productor tiene que vender sus productos al mismo precio que los convencionales, aun cuando sus costos son distintos.

“Los orgánicos requieren más mano de obra. Los productos convencionales no incorporan los costos ambientales, en términos de contaminación y pérdida de recursos naturales. Éstos los paga toda la sociedad. Si bien el precio de los orgánicos es mayor, no lo definen los productores. Como en muchas cadenas de comercialización, los intermediarios tienen un peso fuerte”, planteó.

back to top