"Quiroga y la selva iluminada", singular experiencia del teatro ciego
Dos "Cuentos de la selva" de Horacio Quiroga ("El loro pelado" y "La guerra de los yacarés"), ratifican la espesura de una trama que los vuelve atemporales y universales pese a haber sido publicados en 1918 y ubicarse en la exuberante jungla misionera.
Algo de eso le ocurre a Delfina, la niña protagonista de la puesta, quien encuentra en ese par de relatos (uno narrado por su abuelo y otro por su madre), un antídoto inquietante para mitigar el aburrimiento que la cerca mientras se repone de una enfermedad que le impide abandonar la casa.
Para atender a la platea infantil que asiste al espectáculo, a los sonidos, las voces, los olores, el viento y hasta una lluvia tropical que asola el espacio, el primer cuento añade a un inquieto Pedrito que sobrevuela el lugar en "El loro pelado".
La criatura parlanchina asume el peso de la historia que mete miedo cuando los inmensos ojos del yaguareté se iluminan al fondo de la sala y acompañan el rugido de su instinto carnicero en el par de lances que comparten.
Del duelo animal que el loro termina ganando gracias a la intervención armada de su patrón, se pasa -tras un breve regreso a la casa donde Delfina pide por otra creación de Quiroga- a una historia más coral y compleja.
Una veintena de ojos brillantes e inquietos son los de los yacarés que no pueden creer que los buques estén empeñados en arruinarles la tranquilidad de esa porción de río donde moran.
El paso de los barcos y el fracaso de un dique de troncos en una atmósfera de tensa penumbra, da paso a la irrupción del luminoso y chispeante surubí que porta el torpedo capaz de torcer el destino de ese enfrentamiento entre los enormes reptiles y el barco de guerra enviado para instaurar la normalidad y permitir el paso por esas aguas.
Lo virulento en la resolución de ambas historias quizás suene a fábula calma en los oídos infantiles si se los compara con estos tiempos salvajes, así que en medio de la cerrada noche de la sala apenas salpicada por haces de luz en movimiento, los chicos y las chicas festejan y aplauden cada resolución.
Pero más allá de la invicta contundencia de los textos de Quiroga, un enorme porcentaje de esa adhesión remite a la ajustada versión generada en una oscuridad iluminada por dramaturgia y la puesta de Laura Cuffini y el sensible y probado talento que el Grupo Ojcuro asume desde 2001.
El eficaz elenco reúne a Veronica Trinidad, Eduardo Maceda, Mirna Gamarra, Jesús Igriega, Marcelo Gianmarco, Cruz Aquino, Francisco Menchaca y Ayelén Giammarco, el protagónico sonido es de Andrés Terrile, la realización de títeres corresponde a José Menchaca y la bella canción "En un país de verde y agua", es obra de Pablo Sirianni.
(Telam)