Acerca del significado del enfrentamiento entre Monetarismo y las Políticas Sociales (Por Julián Denaro)

Curiosamente, ciertos enunciados emitidos por la población chocan contra sus propios intereses y favorecen a aquellos sectores que los manejan subliminalmente. En muchas ocasiones, el término inflación se impone dentro de éstos.

Por supuesto, es sabido que la inflación significa un incremento en el nivel general de precios que, de no ser por un aumento percibido en los ingresos de la gente, deteriora el poder adquisitivo de las mayorías. Pero de éste tan escueto párrafo se desprende un muy complejo arsenal de cuestiones, y de relaciones tan complicadas y entreveradas que no acaban por comprenderse con la sola lectura de éste artículo, sino que requieren un más profundo análisis, ya que nos atraviesa a todos aunque no queramos, inclusive a aquellos que dicen que no les interesa la economía ni la política.

A modo de presentación del escenario, se exponen las variables más importantes a tener en cuenta, y más visibles, aunque como ya se ha dejado imaginar, las fuerzas que mueven a éstas variables no son tan fáciles de ver o de distinguir. La primera variable a considerar es la que más inquieta a las mayorías, que es la del daño a su poder adquisitivo. Para esto, tendremos que observar la comparativa entre el incremento de los precios y el incremento de los ingresos (salarios) que casi suele ser sólo visible en la variación o no del nivel de vida y de consumo. Luego, se deberá abrir los ojos en cuanto a quiénes son los verdaderos agentes económicos que generan los aumentos de precios y cuáles son sus intereses. Avanzando en éste estudio, se volverá imprescindible analizar la composición de los distintos precios, es decir, cuánto de lo que paga el consumidor se lo queda uno y otro, y dentro de eso indagar sobre los que tienen poder para formar los precios. Y más adelante resultará imprescindible comprender la vinculación histórica de los diversos formadores de precios que se favorecen con los períodos inflacionarios. Finalmente, se podrá comenzar a comprender la importancia del Estado como agente regulador, en tanto se proponga equilibrar las distintas relaciones de fuerzas que se entrecruzan en la economía, para conducir dicho equilibrio hacia una sociedad más justa e inclusiva, en la que la población gane derechos para mejorar su nivel de vida.

Basándose en la Teoría Cuantitativa del Dinero, que sugiere que los incrementos de precios son sólo generados por la Emisión Monetaria, olvidándose de todo lo demás, los Monetaristas suelen en consecuencia reducir toda la problemática a la Emisión Monetaria. Se ha visto recientemente en programas de televisión, a Federico Sturzenegger, economista del Pro, el espacio político conducido por Mauricio Macri, ofrecer argumentos tan simples como que siempre que hay Inflación es por la Emisión Monetaria y que entonces la forma de terminar con la Inflación es reducir la Emisión Monetaria. Ante esto, Aldo Ferrer, un economista profundamente admirado por el autor de éste artículo, contesta que si se reduce la Emisión Monetaria se está reduciendo la financiación de todo el Gasto Social del Estado, que trae como consecuencia un menor nivel de actividad, que implica naturalmente un incremento del desempleo, una resultante baja de consumo y en poco tiempo una vuelta a la crisis Social que se vivió en Argentina desde la segunda mitad de la década de los noventas hasta el 2002. La explicación de Aldo Ferrer incluye aspectos fiscales esenciales, ya que si se reduce el nivel de actividad también habrá de reducirse la recaudación del Estado, y con ello las Políticas de Ajuste y Recorte del Presupuesto se vuelven inevitables para evitar el Déficit Fiscal, y cuando este último no se puede evitar por la persistencia del ciclo recesivo, se habría de cortar el período de desendeudamiento que ha favorecido al país entero desde la presidencia de Néstor Kirchner, para retornar al endeudamiento.

Entretanto, los que se muestran como keynesianos y preocupados por las cuestiones sociales, concluyen que la visión monetarista pareciera no pensar en la gente sino que concentra su atención en la abstracción de los números que, divorciados de lo social, pierden su sentido, cierta e innegablemente. Piensan en el valor del dólar y la predicción inflacionaria a partir de la cantidad de dólares que existen en reservas, la cantidad de pesos emitidos, la cantidad de bienes producidos, y demás variables cuantitativas, pero sin atender a las personas y a la realidad, que es más compleja que sólo aquellos números que ellos tienen tan bien estudiados. En algún punto, las justificaciones también son con números, claro, pero números que reflejan a la sociedad real y no números abstractos que nadie de la población común ve con sus ojos ni percibe con certeza cómo se mueven. Los números que importan para ésta vertiente son el desempleo, la pobreza, los niveles de consumo, la composición del consumo, la cantidad de gente que puede hacer viajes turísticos dentro y fuera del país, venta de automóviles y renovación de vehículos particulares, tasa de ocupación hotelera, consumo en restaurantes, autos por hora que pasan los peajes de las rutas nacionales y provinciales los fines de semana largos, y otros datos que permitan mostrar el nivel de vida de la población. La preocupación de los economistas debe focalizarse, algo que parece una obviedad, en mejorar las cuestiones que regulan los sistemas de producción y distribución en pos de favorecer el nivel de vida de la gente con una perspectiva expansionista, lo que vale decir, que más gente pueda participar de la riqueza total, y que dicha expansión acabe con la pobreza y con la miseria, traduciéndose en una sociedad más justa e inclusiva.

Pues bien, precisamente, John Maynard Keynes (1883 – 1946), hacia sus 40 años de edad y en obras tales como “Breve Tratado Sobre La Reforma Monetaria”, de 1923, sugiere conclusiones controvertidas tales como que prefiere la inflación a la deflación, y eso que Keynes no vivió la crisis argentina del 2000 y 2001. La preocupación esencial de Keynes se centra en generar mecanismos para incrementar el nivel de actividad y de empleo, de tal forma que se reduzcan las tasas de desempleo y pobreza. En su teoría, advierte que la deflación, que es cuando los precios tienden continuamente a bajar, contrae el consumo, ya que la gente espera que los precios bajen para comprar más barato. Al contraerse el consumo, se reduce aún más el nivel de actividad y la producción de bienes, con lo cual se empeora el problema de la ocupación. Con la misma lógica, la inflación, que implica una tendencia de los precios a subir, apura el consumo, ya que la gente prefiere comprar los bienes antes de que su precio se eleve. Éste aumento del consumo demanda una mayor producción para abastecer ese consumo incrementado, y entonces se produce un incremento en los niveles de ocupación, resultando un mejor aliado en la lucha contra el desempleo.

El complemento a la teoría de Keynes, justamente, es el caso Argentino. Durante la Convertibilidad, que rigió en Argentina desde abril de 1991 hasta enero del 2002, casi no hubo inflación, pero el país se desindustrializó, el empleo se destruyó, la deuda se incrementó de manera explosiva y todo se tradujo en niveles de desempleo y pobreza inéditos hasta el momento. Hacia el fin del modelo, con el país totalmente destruido y desfinanciado, con la industria desmantelada y con tasas de desocupación orillando el 30%, el consumo se había reducido tanto por la extrema pobreza, que resultó en un cierre de comercios como jamás se vio, en la peor crisis de nuestra historia. En los últimos años de la Convertibilidad de Cavallo, las empresas y los comercios debían bajar los precios para poder vender, porque la gente no tenía plata, ni trabajo, ni expectativas. Había deflación porque estaba todo destruido, aún las expectativas. A partir de enero del 2002, se produjo el renacimiento de nuestro país, se comenzó a generar empleo y el nivel de vida de la gente comenzó a reconstituirse. El ciclo que vive Argentina desde entonces es un crecimiento que viene acompañado por la inflación. Por un lado, el incremento del empleo implica un mayor poder adquisitivo en la población que eleva los niveles de consumo, con lo que los empresarios saben que si suben los precios venden igual, lo que se traduce en inflación. Se vio claramente en nuestro país que la inflación acompañó un ciclo de crecimiento que produjo una mejora en el nivel de vida de la gente y redujo el desempleo. Casi cien años atrás, Keynes había advertido que prefería la inflación, pero sería demasiado reduccionista quedarse con ésta pequeña impresión, ya que los incrementos de precios producen una puja distributiva. Esto significa la disputa entre los distintos sectores de la sociedad sobre la apropiación de la mayor parte de los precios que sea posible. Véase: si un precio tal subirá 100 pesos, cuánto irá para cada uno de ese incremento?

Por supuesto, habrían de diseñarse y consolidarse herramientas efectivas de control por parte del Estado, para que mediante una legislación adecuada se proteja a los sectores más desguarnecidos. Ciertamente, ésta lectura no debe olvidarse de remarcar que para proteger a unos, hay que regular a otros, de lo que surge que los sectores que manejan el poder económico pueden sentirse molestos y disgustados contra un Estado que los quiere controlar y reducir su manejo. Históricamente, éstos poderes no han sido solidarios jamás.

https://www.youtube.com/watch?v=Y7D5L87zTXg

https://www.youtube.com/results?search_query=quien+te+subio+los+precios

Roberto Navarro – Quién te subió los precios (2014)

De todos modos, lo que no puede escaparse del terreno de análisis, es que Néstor Kirchner derogó la Ley de Flexibilización Laboral y se volvió a tener en nuestro país la Ley de Convenios Colectivos de Trabajo, o Ley de Paritarias, para que las negociaciones de aumentos salariales sean negociadas todos los años por las partes interesadas, que son los sindicatos que defienden a los trabajadores y las empresas que defienden sus intereses, siempre con la mediación del Estado para transformar en Ley dichos acuerdos. Así, desde el 2003, la clase trabajadora ha tenido un incremento en su poder adquisitivo, los restaurantes se ven llenos con colas, los fines de semana largos suman centenares de miles de personas viajando por el país, en las vacaciones la ocupación hotelera está a pleno, y además se están quebrando un año tras otro las marcas históricas de viajes al exterior, además de la modernización de la flota automotor, etcétera. Estas cuestiones hablan de una mejora en el nivel de vida de la población, cosa explicable por la reducción del desempleo, por el incremento en el salario real, por la mejora en el Sistema Previsional que se verificó a partir de su Estatización durante el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y por las asignaciones percibidas.

Aquí otra cuestión que distingue a los Keynesianos que entienden a la Economía como una Ciencia Social y a los Monetaristas que la Entienden como una Ciencia Dura que debe regirse por sus Modelos Ortodoxos y Conservadores. Los Monetaristas, aseveran que el Gasto Social del Estado es casi un despilfarro, y que esa es una de las causas inflacionarias. Pasando en limpio, consideran que todas las asignaciones que otorga el Estado para mejorar el nivel de vida de los sectores más carenciados, las ayudas sociales que perciben las clases más desfavorecidas, y todo aquel gasto dirigido a combatir la pobreza es un gasto innecesario que debería ser redirigido o eliminado. Argumentan que el Estado está gastando de más, para lo cual la Emisión Monetaria que financia ese gasto es justamente la gran causante de la inflación. Pero los que están preocupados por el impacto social de las políticas, advierten que si se hiciera caso a las sugerencias monetaristas, y se quitaran las asignaciones y los subsidios, habría centenares de miles de personas que caerían muy rápido en niveles de pobreza y hasta de indigencia, lo que impactaría a la vez en una reducción de los niveles de consumo y que, como explicó Keynes, la menor demanda reduciría los niveles de producción y de empleo, generando desocupación y contrayendo la recaudación del Estado, lo que se traduciría en un empobrecimiento para casi todos los sectores sociales menos uno. Esto último se ha verificado en todos los casos para cada momento histórico, que cuando aumenta la pobreza, aumenta la apropiación de la riqueza efectuada por el 1% más rico.

Se sabe que es muy complicado para el Estado regular el poder de los Monopolios, que son únicos oferentes de un producto a todo el mercado, y que por ello tienen el poder para vender siempre a un precio demasiado elevado. Bueno, del mismo modo operan los Monopsonios, que son los únicos compradores a muchos pequeños productores. Un ejemplo de esto son los Acopiadores de productos agropecuarios, que compran a muchos pequeños productores un producto que luego comercializan, una parte al mercado local y la otra son las exportaciones. Y justamente, como son muy grandes y poderosos estos monopsonios, les aseguran la venta a los pequeños productores, pero a costo de pagarles un precio menor al que les correspondería, apropiándose de una parte de riqueza que no les corresponde en función del trabajo, sino que es consecuencia de una desigual puja distributiva entre grandes empresas poderosas y pequeños productores que cuentan las monedas para poder llegar a fin de mes. En una disputa así, siempre termina cediendo el que mayor urgencia tiene, y entonces los Acopiadores se aprovechan de los pequeños productores. En fin, como vemos, aquí está la disputa del poder.

El autor de éste artículo ha tenido para ejemplificar esta cuestión una experiencia personal durante las vacaciones de éste 2015. Cada vez que le compraba directamente a pequeños productores, productos artesanales elaborados en la majestuosa Cordillera de los Andes, obtenía un plus de calidad, el productor se quedaba con un mayor porcentaje de ganancias del precio pagado, y además el mismo precio bajaba. Lo que queda para la conclusión es sencillo entonces. En la medida que uno se aleja de los productores, observa que la calidad baja, que el precio sube y que los productores reciben un menor porcentaje del precio, con lo que su ganancia baja. Así, se desprende la descripción más básica de la Economía Capitalista que vive alimentando la Concentración de Riqueza y de Poder en Pocas Manos, tal como lo anticipó Karl Marx. Esto es, que si el consumidor paga más y el productor recibe menos, los que se quedan con las ganancias son las grandes empresas corporativas que ofician de intermediarias. Aquí está concentrado el poder económico, y son precisamente éstos los formadores de precios, los que se quedan con las ganancias extraordinarias y a quienes no les importa más nada que eso, pero que están asociados con los medios de comunicación, a través de los cuales se difunde la idea de que el Estado es el culpable de la inflación por la Emisión Monetaria, por dar asignaciones a quienes no se lo merecen, y por la incapacidad de sus gobernantes. Cuando en realidad, lo que ocurre es que estos sectores de poder concentrado se quedan con un excedente que no les corresponde, porque los productores reciben menos que los que les corresponde y los consumidores pagan más que lo que corresponde, y responsabilizan al Gobierno por ello, lo cual también debe reconocerse como un acierto, ya que deberían ponerse en acción mecanismos de regulación y control que evite que los sectores de poder concentrado avasallen contra la población, que sin el poder de la Ley que regula y que equilibra las relaciones, se ve despojada de parte del producto de su trabajo, acabando al fin y al cabo con menos de lo que le corresponde.

Igualmente, una característica importante que tranquiliza al autor de éste artículo, es que si la inflación significa que los empresarios pueden subir los precios porque saben que venden igual, y el consumo no disminuye a pesar de la inflación, es porque la mayoría de la población no se ve afectada en su nivel de vida. De todo esto, y tal como lo enuncia Roberto Navarro, el periodista del programa del cual se ha transcripto el enlace para verlo en Youtube, es posible que no pueda existir crecimiento y mejora distributiva sin inflación. O, como dijo Keynes, de todos los males que puede haber, como deflación, desempleo e inflación, él prefiere la inflación. Podría concluirse entonces, que si consideramos como un mal a la pobreza, al desempleo y al deterioro del salario real, y la inflación es un acompañante inevitable de una etapa en donde disminuyen la pobreza y el desempleo, y el salario real aumenta porque los salarios suben igual o más que los precios, entonces sólo restaría corregir aspectos en los que el Estado debe intervenir para aprovechar el proceso expansivo de modo de seguir mejorando la matriz distributiva. Con esto la referencia es la persistencia de pobres en nuestro país, de trabajo informal que no recibe incrementos por paritarias, y la ausencia de regulación en las cadenas formadoras de precios, que suelen generar distorsiones en los precios relativos que son pagados siempre por el grueso de la población. En suma, algunos de los que estamos preocupados por la utilización de la Política Económica para fines Sociales, creemos que la inflación no es mala per sé, sino que lo que aún falta son herramientas del Estado para conducir lo más rápido posible hacia una Sociedad más Justa e Inclusiva, ya que como dijo la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, siempre se estará en deuda hasta que no haya un solo pobre en Argentina.

Antes de finalizar, vale aclarar una serie de cuestiones que son componentes de la realidad actual en la que vivimos. Por un lado, una extensa serie de medidas para cuidar el bolsillo de la gente ha sido diseñada por el actual gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Algunas de éstas medidas están actuando con éxito, como los Precios Cuidados, el Plan Ahora 12, la Ley de Observatorio de Precios y ciertas leyes de regulación antimonopólica, entre las que se encuentra la actualización de la Ley de Abastecimientos. Sin embargo, muchas medidas y proyectos regulatorios, han sido anulados por el Poder Judicial, arguyendo que éstas medidas son anticonstitucionales, tan sólo porque para favorecer al pueblo disminuyen el manejo de los grupos de poder concentrado. Obsérvese que se han aprobado leyes a través del sistema democrático por parte del Congreso de la Nación, y sin embargo el Poder Judicial las ha decretado inconstitucionales. Y la otra cosa que hay que tener presente, es que cuando los procesos inflacionarios no son controlados por el Estado, manteniendo como eje los objetivos sociales, pueden ocurrir casos de inflación en donde no sólo las tasas se escapan fuera de control, sino donde además se deterioran fuertemente sendas variables económicas fundamentales. Para esto, vale tan solo recordar que la tasa de inflación llegó durante el gobierno de Alfonsín a cerca del 3000% (tres mil por ciento) anual, y que en aquella época, al igual que con Martínez de Hoz y con el gobierno de Menem, el poder adquisitivo se erosionó trágicamente. Por tanto, es importante tener en mente todos los aspectos que forman parte de la historia, porque la complejidad puede ser manejada para los intereses del pueblo, pero también puede ser utilizada a favor de los grupos concentrados de poder, y entonces en contra del pueblo.

febrero de 2015

https://www.facebook.com/EconomiaPoliticaConJusticiaSocial

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JULIÁN DENARO (1976) es Profesor Adjunto en la Universidad de Buenos Aires, Universidad de Belgrano, Universidades Nacionales del Oeste y de La Matanza, es autor de las obras “LOS PROBLEMAS DE LA MACROECONOMÍA” publicada en 2008, “LOS OBJETIVOS DE LA MICROECONOMÍA” publicada en 2013, “ECONOMÍA POLÍTICA CON JUSTICIA SOCIAL” publicada en 2013 y “MACROECONOMÍA PARA EL CRECIMIENTO INCLUSIVO” publicada en 2015. Dicta conferencias y cursos para Graduados, está próximo a publicar su quinto libro y es estudiante avanzado de la Licenciatura en Psicología en la Universidad de Buenos Aires.

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